domingo, 27 de noviembre de 2016

Los refranes de tu vida: Estrella Amaranto



Ya falta poquito para las vacaciones de Navidad, y a buen seguro que todos haremos algún desplazamiento para reencontrarnos con los nuestros, visitar amigos o simplemente tomarnos unos días de descanso. Por eso, antes de que lleguen esas fechas, he querido traeros otro puñadito de refranes. Ellos me han pedido la oportunidad de viajar, de conocer mundo, y como dicen que las ocasiones las pintan calvas… ¡Por favor, no olvidéis hacerles un hueco en la maleta!

En esta ocasión es nuestra querida compañera Estrella Amaranto quien nos regala pedacitos de sabiduría popular relacionados con su niñez, su familia, sus experiencias. Muchos ya la conocéis dado que es una bloguera muy activa en este mundillo, prolífica en letras, y diría que también comprometida con los proyectos que decide emprender, que son varios.

Confieso, no sin rubor y a mi pesar, que solo sigo uno de sus blogs, el que se refiere a textos literarios y que lleva por nombre justamente “Blog Literario – Amaranto”; pero ella tiene en marcha otras páginas que tratan de otras temáticas. De estas últimas no puedo hablaros con conocimiento de causa, pero sí que os dejo los enlaces para que podáis investigarlas y conocerlas por vosotros mismos:

-        Perfil de Consciencia y Vida/Magazine:

https://plus.google.com/u/0/112408935612995983484/posts

-        Blog de Consciencia y Vida/Magazine


-        Comunidad SALIENDO DE LA MATRIX, a la que están invitados a participar aquellas personas que les interesen estos temas:

https://plus.google.com/communities/108277454160869878025

 
Respecto a la faceta puramente literaria de Estrella, que es la que yo más conozco, puedo decir que cuando trato de resumir con una sola palabra su estilo a la hora de escribir, la que se me viene a la cabeza es “originalidad”. A esa cualidad van unidas otras casi indefectiblemente, como imaginación, creatividad, innovación, exploración, e incluso gusto por el riesgo en alguna ocasión. Ella no está interesada en hacer “lo de siempre”, en escribir como otros muchos pueden hacerlo; ella procura buscar nuevas fórmulas que rompan moldes, que sorprendan al lector y probablemente que a ella misma, inquieta como es, la hagan sentir satisfecha.

En su estupendo blog pueden leerse poemas, relatos de las más variadas temáticas, narraciones surrealistas basadas en imágenes de ese mismo género, historias por entregas, incluso textos en los que nos propone deducir cuál de los protagonistas hizo qué. Todo un abanico de posibilidades que nunca defrauda y con el que la sorpresa está garantizada.

De sus cualidades como persona baste una muestra, justo esta desinteresada y generosa aportación a “Los refranes de tu vida”. Ella siempre está dispuesta a colaborar, a echar una mano, a dar apoyo a los compañeros que, como ella misma, transitamos cada día un camino de letras. Por prestarte a dejar huella en este humilde rincón de mi blog, ¡un millón de gracias, Estrella!

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Animada a compartir una nueva colaboración en esta iniciativa tan ingeniosa que mi compañera de letras Julia C. nos sugirió hace un tiempo, pues tomo el testigo y comparto también muy gustosamente los recuerdos aún grabados en mi memoria de los que más a menudo escuchaba en mi familia, junto con una pequeña historia del motivo de cada uno.




 "Quien come y canta, algún sentido le falta"


Se pusieron de acuerdo mis padres y abuelos en decírmelo, cuando en mi infancia, me dio por cantar o más bien por molestar cantando, cuando se empecinaban en que tragase la carne del "cocido madrileño" que se comía a diario en aquella casa de mis abuelos, excepto fines de semana, pues me daba náuseas comérmela y traté de escaquearme con aquella cantinela...je,je,je

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"Nunca te acostarás sin saber una cosa más"

Solía repetirme mi padre cuando llegaba la hora de irme a dormir, ya que le gustaba enseñarme muchas cosas, por ejemplo a andar en bicicleta, a cantar sin desafinar, a resolver problemas de matemáticas, a ponerle un trozo de tela a una rama y jugar con los gatos de mi abuelo, a resolver acertijos...

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"A palabras necias oídos sordos"

Esto es lo que me decía mi madre, quien solía ser mi paño de lágrimas (en ocasiones más que lágrimas eran océanos de angustia lacrimosa) y tenía la paciencia de escucharme mis tribulaciones casi siempre relacionadas con otras compañeras del colegio o el instituto, quienes me ayudaron a crecer por dentro y perder la inocencia, a base de parecer más que amigas unas cotorras bastante cotillas.

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"Tanto va el cántaro a la fuente que al final se rompe"

Ya adivinaba que esa iba a ser la sentencia que escucharía nada más poner el pie en casa de mis abuelos, durante aquella época infantil de vacaciones, con muestras de haberme ocurrido algún percance mientras jugaba con mis amigas en la plaza del pueblo, porque ¡claro! me encantaba el riesgo cuando jugaba con ellas.

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"Sarna con gusto no pica"

Esto es lo que mis padres acabaron por decirles a otros vecinos que tenían dos hijos pequeños, que en cuanto les perdíamos de vista se solían subir a los sillones y no paraban de dar saltos y gritos. Porque cuando mis padres se quejaban de aquel mal comportamiento a los padres de las dos "criaturitas", siempre les disculpaban porque eran niños y había que dejarles disfrutar de su infancia, consintiéndoles sus caprichos, pero por otro lado, se quejaban de que no podían llevar una vida tranquila y normal porque sus hijos no les respetaban.

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"Una cosa es predicar y otra dar trigo"

Así me advertían mis padres antes de que les mostrase las notas de fin de curso y vieran si había aprobado o no todas las asignaturas, puesto que yo siempre afirmaba que había aprobado todo y trataba de convencerles para que me permitieran hacer algún viaje o actividad con mis amigas.

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Doy por finalizada mi intervención, pues como dice otro refrán: "Lo poco agrada y lo mucho enfada". Espero os haya sido amena la lectura y a ti, Julia C. también me gustaría agradecerte la oportunidad de compartir tu espacio.


Estrella Amaranto

martes, 22 de noviembre de 2016

Noche de estreno

Félix Vallotton, “La visita”


 Adrián no encontraba su sombrero ni su bastón; no recordaba dónde los había dejado. Pudiera parecer un problema menor dado que tenía de sobra dónde elegir en su extenso y elegante guardarropa, pero es que él quería llevar a la ópera precisamente “esos”. La música siempre había sido sagrada para él y todo lo que la rodeaba era un acontecimiento digno de respeto, celebración y protocolo.

La primera vez que dirigió una orquesta, aquel noviembre extremadamente lluvioso y frío en el que muchos vaticinaron que nadie acudiría al teatro para ver a un perfecto desconocido, obtuvo sin embargo un éxito rotundo tanto de crítica como de público. Fue el comienzo oficial de una prestigiosa y dilatada carrera que él achacó, además de a su trabajo y al esfuerzo de años, a la suerte que aquellas prendas le habían traído. Él no se consideraba supersticioso, pero desde entonces procuró conservarlas en perfecto estado; si funcionaban como un talismán, y pensaba que sí, no convenía tentar a la desgracia.

Esa noche, muchos años después, las necesitaba de nuevo y no le importaba que estuvieran pasadas de moda o que lucieran algo anacrónicas; tenía que encontrarlas y tenía que llevarlas consigo. Si la dulce Berta aún viviera, suspiró, seguro que solucionaba el problema en un santiamén. Pero la compañera de belleza serena y sonrisa perpetua que siempre le apoyaba y que era el centro de su vida junto con la música, ya no estaba.

Adrián luchó por contener las lágrimas y espantar los recuerdos dolorosos. Había crispación en sus manos arrugadas porque hacía tiempo que el pasado y las ausencias eran una carga difícil de soportar.

Pero él no era de los que se daban por vencidos; seguiría escudriñando cada rincón de la casa y acabaría por lograr su propósito. Hoy era su nieto quien se estrenaba como director y, aunque no pudiera oírle a la perfección a causa de su incipiente sordera, no estaba dispuesto a fallarle.  
Julia C.