viernes, 29 de abril de 2016

Los refranes de mi vida: Fernando M.



En esta nueva entrega de “Los refranes de mi vida” viene a visitarnos como invitado y desinteresado colaborador Fernando M. (en otro tiempo Ragnar Lothbrok). La verdad es que no se hizo de rogar, ni siquiera tuve que pedírselo. Buen compañero y generoso bloguero, sabedor seguramente de que tenía mucho que ofrecer en cuanto al tema de esta sección, los refranes, se presentó voluntario. ¡Le debo una! 

Los que ya le conocemos disfrutamos hace tiempo del estupendo trabajo que hace en su blog “Apócrifos y Compulsivos”, pero si tú aún no has tenido esa suerte, te dejo el enlace. 

Fernando no escribe muy a menudo, es un hombre ocupado, pero he ahí que cuando lo hace, como suele decirse, sube el pan. No sabría cómo definir su estilo, supongo que precisamente porque es incatalogable, pero sus relatos y microrrelatos están salpicados de fresca originalidad, inteligencia, ironía fina, ternura desbordante, amor apasionado, afilada crítica, imaginación o humor fuera de todo patrón. A veces, incluso, nos regala un poema, y también llevará su sello inconfundible, no lo dudes. 

No voy a seguir porque tengo la sensación de que estará a punto del rubor, pero no te quepa duda de que si le visitas una vez, no será la última. 

Ahora os dejo con él y los refranes de su vida. 

¡Gracias, Fernando! 

*  *  *  *  *  *  *




Decía Antonio Machado: “Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla”. Yo crecí en una España en la que todavía la televisión era en blanco y negro y solo había dos canales. El mando a distancia de la televisión era yo: “Niño, ponme el UHF”. Y el niño iba y le daba al botón. “Niño, pon el telediario”. Y el niño iba y ponía el telediario. 

Uno de los recuerdos que han quedado más grabados en mi memoria son las coplas que cantaba mi madre mientras cosía o cocinaba o lo que quiera que hiciera y cuya entonación y elección dependían muy mucho de su estado de ánimo. Coplas hay para todos los gustos y debo decir que me encantan. Son como los tangos, pero en cañí.

Y cómo no, siendo español e hijo de una madrileña y un andaluz, el acervo cultural y antropológico derivado de tan particular mixtura tenía un especial reflejo en los dichos, máximas, sentencias y refranes que yo escuchaba por casa.

Son muchos, pero los que yo más recuerdo (porque los repito) son: 

“Madre, me toca Roque. Pues tócame Roque” 

Expresión que viene a significar que aunque te quejas de que, por ejemplo, tu hermano te está molestando, a ti te encanta tocarle las narices para seguirte quejando. Una variante que también escuchaba mucho era: 

“Vuelve la burra al trigo” 

Expresión que denotaba el hartazgo de mi madre cuando le pedía muchas veces que me diera o hiciera algo a lo que ella se había negado igual número de veces. 

Otros refranes que se escuchaban en mi casa, siempre en circunstancias poco amistosas con algún semejante de puertas para fuera eran: 

“A cada cerdo le llega su San Martín”

que alude a la fecha en la que tradicionalmente se celebran las matanzas de gorrinos o,

“Siéntate a la puerta de tu casa y verás el cadáver de tu enemigo pasar”

que no necesita de mayores explicaciones.  

 Una que me hacía particular gracia era:

“No digas nunca de este agua no beberé, ni este cura no es mi padre”

Cuya última aseveración tuve que esperar a ser algo más mayor para comprender en todo su significado. 

Por último, y para no extenderme de tal manera que Julia, quien con tanto acierto ha propuesto esta recuperación de nuestra memoria colectiva, tenga que clausurar la sección por consunción, haré referencia a una expresión muy descriptiva y que viene de mi rama andaluza: 

“Es más largo que una meá cuesta abajo”

Para los que no estén hechos al maravilloso acento andaluz, léase meada donde se pronuncia meá. 

Y eso es todo. Gracias, Julia, por esta sección que tanto provecho y divertimento nos va a proporcionar.

Fernando M.
( o Ragnar Lothbrok)

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martes, 26 de abril de 2016

Elecciones y renuncias


Cuando aquella tarde se cruzaron inesperadamente nuestras miradas y ella me volvió la cara, rehuyendo el saludo con gesto sorprendido, supe que era todo verdad y que tenían razón los que murmuraban de su prolongada soltería. Le busqué a él instintivamente y allí estaba, con sus anchas espaldas, una mirada que siempre me pareció afable y su nariz aguileña, sonriéndole. Claro que yo nunca le había visto aquella sonrisa, tan diferente de la que les dedicaba a sus feligreses desde el púlpito.

Dicen que el mundo es muy pequeño, y ciertamente así debe ser. Nadie podía haber previsto que nos encontraríamos tan lejos de nuestras respectivas residencias: yo veraneando en la costa con mi familia, lejos de la gran ciudad, y ella en aquel pueblecito pesquero tan alejado del suyo propio. Pero así son las casualidades.

Es cierto que no teníamos un trato muy estrecho, pero nos conocíamos de sobra y sabíamos de nuestras respectivas vidas; éramos algo así como unas primas lejanas. Su tío y mi tía eran matrimonio desde hacía más de sesenta años y los eventos familiares nos habían reunido muchas veces. Además, nuestros tíos nunca tuvieron hijos y al llegar a la edad en que necesitaban frecuente ayuda, muchas veces habíamos aunado esfuerzos para hacerles la vida un poco más fácil.

Me hubiera gustado decirle algunas cosas aquella tarde, pero no tuve ocasión. Su acompañante y ella pagaron apresuradamente la cuenta en la terraza en la que disfrutaban de la tarde y se marcharon. Yo me quedé rumiando mis pensamientos.

No he vuelto a verla desde entonces, y quizás cuando suceda ya no sea el momento adecuado, pero si tengo ocasión me gustaría abrazarla fuerte y decirle que no se preocupe, que lo entiendo, que su secreto mal guardado no encontrará eco en mí.

Y lo cierto es que se me atropellan las palabras para expresar lo mucho que lamento todo lo que habrá tenido que pasar viviendo en un pueblo pequeño, donde siempre hay alguien que observa y cualquier cosa es un acontecimiento digno de ser analizado y difundido hasta la saciedad. Me gustaría decirle que lamento los comentarios malintencionados de los que conociéndola de toda la vida, le sonreían a la cara pero se burlaban de ella a sus espaldas; la consideración despectiva de solterona que muchos le adjudican; el haber tenido que renunciar a formar una familia y esconder su amor como algo vergonzante; los gestos de pena o de crítica que tantos le habrán dedicado. Tantas y tantas cosas con las que ha tenido que cargar por no enamorarse de una persona más “conveniente” y por ser fiel a ese amor.

Ni sé ni necesito saber sus motivos para no haberlo dejado todo y haberse marchado lejos de sus familiares y vecinos, incluso lejos de ese hombre. No es asunto mío. Yo solo puedo ofrecerle mi respeto y mi comprensión, porque quién sabe si de haber estado yo en su lugar, no habría hecho la misma elección y aceptado las mismas injustas renuncias.

Desgraciadamente éste es el mundo en el que vivimos y hay muchas reglas que cumplir. No siempre nos enamoramos de quien debemos…

Julia C.

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miércoles, 20 de abril de 2016

Los refranes de mi vida: Kirke Libris



Al iniciar esta sección muchos de vosotros os mostrasteis dispuestos a colaborar y a aportar vuestra propia “sabiduría” en asunto de refranes, así que he decidido tomaros la palabra y traeros como invitados para que nos contéis lo que os apetezca relacionado con el tema.

La valiente y generosa compañera que hoy se presta a romper el hielo y a compartir dichos y recuerdos familiares es Kirke Libris. Si aún no conocéis su blog, titulado "Leer, el remedio del alma", os estáis perdiendo una bitácora genial que desde aquí quiero recomendar con pleno convencimiento. En ella podéis encontrar estupendas reseñas de libros con un toque muy personal, anécdotas sobre viajes y “problemillas” con el idioma en clave de humor, una sección dedicada a científicos famosos de los que podemos conocer algunas cositas muy interesantes, un repaso a grandes poetas desde una óptica diferente, etc. Vamos, que nunca os iréis de su “casa” con las manos vacías. 

Y ahora dejemos que ella nos cuente…

¡Gracias, Kirke!  


Esta es mi humilde colaboración para “Los refranes de mi vida” de Julia. Cuando nos presentó su iniciativa me pareció una idea genial pues en los refranes se esconde mucha sabiduría popular y por desgracia están cayendo en el desuso. 

Mis abuelos paternos fueron agricultores y desde pequeña, durante mis estancias en el pueblo burgalés de mi padre, me acostumbré a oír esas cortas sentencias llenas de enseñanza. Son frases que asocio a mis abuelos que eran muy dados a decirlos, afición que yo heredé; mis amigos me dicen que soy muy refranera. No sé hasta qué punto todas esas locuciones son ciertas, supongo que no todas se pueden tomar al pie de la letra, pero la mayoría se basan en la experiencia así que algo habrá.

Podría contar muchas de esas expresiones pero me limitaré a plasmar aquí sólo unas pocas y las que más me recuerdan mi infancia en la casa de mis abuelos.

Los agricultores han dependido siempre de la climatología. Una lluvia a destiempo, un granizo intenso o un periodo excesivamente largo de sequía puede suponer una cosecha malograda. El esfuerzo de meses y el sustento de la familia pueden irse al garete por unas condiciones climatológicas adversas. 

Ahora hay sofisticados aparatos que predicen con mucha precisión la meteorología, y esas predicciones están disponibles para cualquiera a través de un dispositivo conectado a internet. Cuando la tecnología no existía el agricultor debía echar mano a su experiencia y a la de sus antepasados. Quizás por eso hay tantos refranes que se refieren al clima. Aquí van unos cuantos:

“ A 2 y a 3, verás lo que hace el mes”

Este refrán era el preferido de mi abuela, tan segura estaba de su fiabilidad que se fijaba mucho en el tiempo que hacía los días 2 y 3 de cada mes. 

Recuerdo que un día 1 de enero mi abuela me comentó:

- Hay que estar atentos a ver qué tiempo hace mañana y pasado, así sabremos qué mes de enero nos espera.

A lo que yo le contesté:

- ¿En Burgos y en enero? Frío, hará ¡frío! El día 2, el 3 y todos los demás –yo seré de la capital y no tengo la experiencia de la gente criada en el campo pero hasta ahí llego–.

Otro refrán que también decía mucho mi abuela era:

“Según hace el 27, hace el mes siguiente”

Volvemos a lo mismo, porque el 27 anda cerca del día 2 y 3 del mes siguiente, así que no haré más reflexiones sobre lo mismo.

Pero a mí el refrán que más me gusta sobre el tiempo es uno que yo repito muy a menudo:

“Cuando el grajo vuela bajo, hace un frío del carajo”

A cuenta de este refrán hacemos muchas bromas en mi familia. En Madrid, en invierno, también hace mucho frío y cuando las temperaturas bajan estrepitosamente es usual comentar entre mi padre y yo cosas como: “Hoy los grajos deben de estar por los suelos” u “Hoy los grajos ni vuelan”.

No sé por qué los grajos vuelan así cuando hace frío, es más, no soy capaz de diferenciar un grajo de un cuervo, pero la imagen de ese pajarraco me viene a la mente cuando hace mucho frío, sobre todo cuando hace un frío del carajo.

Al principio he comentado que mis amigos dicen que soy muy refranera y acabo de recordar otro refrán:

“Mujer refranera, mujer puñetera”



Kirke 

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domingo, 17 de abril de 2016

Malena es nombre de mujer (XVII)



A Malena le pareció una gran idea y le hizo mucha ilusión que Marcos quisiera pasar a visitarlas a Elisa y a ella. No había mostrado un excesivo interés por la niña las pocas ocasiones en que la había visto, pero era normal dada su situación. Por eso aquello le pareció una buena señal. Quizás estaba superando su dolor por la muerte de Gloria y se preparaba para abrirse de nuevo al mundo tras tantas semanas de ensimismamiento y tristeza. Confiaba en que la pequeña Elisa, capaz de cautivar el corazón de cualquiera con su sonrisa pícara y su rollizo cuerpecito de bebé, hiciera las cosas más fáciles.

La joven madre le estaba muy agradecida a Marcos por todo lo que había hecho por ella. No olvidaba que le había brindado su apoyo incondicional mientras Tonio estaba en la cárcel y la soledad era su única compañía, ni que había sido precisamente él quien la llevó al hospital cuando se puso de parto. Ahora era su turno de ayudarle y no escatimaría esfuerzos.

A pesar de estar tan atareada con el cuidado de la pequeña se esmeró en preparar el único dulce que se le daba realmente bien, la tarta de manzana, y dispuso una humeante cafetera para acompañarla. Le ofrecería a su amigo una tarde distendida y hablarían de cualquier cosa que a él le apeteciera, incluso intentaría que a partir de ese momento la relación fuera más fluida entre ellos. Marcos era una buena persona que lo había pasado muy mal y merecía todo su cariño. Además, ella estaba algo nerviosa y tampoco le vendría mal una tarde de distracción. Resultaba agotador estar siempre alerta y mirar por encima del hombro de continuo esperando encontrarse a algún esbirro de Jonás con malas intenciones. Volvía a temblar cada vez que recordaba las advertencias de Tonio al respecto. Ella no conocía a Jonás, pero si su hijo decía que debía tener cuidado, así debía ser. Elisa era su vida y si algo llegaba a pasarle no sabía qué sería de ella.

Un ligero golpear de nudillos sobre la madera sacó a Malena de sus cavilaciones y fue de inmediato, con la sonrisa en los labios, a abrir la puerta. Lo que encontró al otro lado le pareció realmente desolador y dio al traste con todas sus ilusiones: Marcos parecía cualquier cosa menos el querido amigo que ella esperaba. Estaba demacrado, con el traje arrugado y olía claramente a alcohol. La mujer no entendía bien la situación, pero aún así trató de disimular y le hizo pasar con cordialidad. Las posibilidades de tener la tarde distendida que ella había planeado se esfumaban por momentos.

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El plan de Jonás parecía arriesgado, pero era la solución a sus problemas. Si no iba a tener el beneplácito de Tonio para criar a Elisa y convertirla en su heredera, tenía que buscar la forma de hacerse con ella por las malas pero sin que recayera sospecha alguna sobre él. Por eso necesitaba a Marcos. Le utilizaría para liberar a la pequeña del funesto futuro que le auguraba bajo la tutela de sus padres, la mantendría alejada de ellos, en otro país, y cuando las cosas se calmaran, ya encontraría la forma de traerla de vuelta. Lo más importante es que la dieran por muerta para que no insistieran en su búsqueda; sabía que la cabezonería y tenacidad de su hijo podían lograr casi cualquier cosa si se lo proponía y no pensaba darle motivos. Era importante que ni Malena ni él albergaran esperanza alguna de recuperarla.

Por supuesto no era esto lo que le había contado a su cómplice. Jonás pensó que no tendría los redaños suficientes como para colaborar con él hasta el final, así que decidió “protegerle” de la verdad. A cambio le dio una versión edulcorada, le aseguró que nadie saldría perjudicado más allá de “aprender la lección” y le dio dinero para que se marchara una temporada cuando todo hubiera acabado. Si saldaba sus cuentas con Tonio y se alejaba de aquel ambiente un tiempo, encontraría la paz perdida, le aseguró.

El pobre muchacho, con el juicio alterado por la rabia y las muchas noches de insomnio, se dejó convencer.

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Marcos miraba a Malena a través de una nebulosa de tristeza, remordimientos y alcohol. Hacía tiempo que no bebía, pero esa tarde había necesitado unas cuantas copas para infundirse el valor necesario. En un estado de ánimo inusualmente desinhibido se descubrió pensando que Malena seguía tan tentadora y hermosa como siempre. Quizás había ganado algo de peso, o quizás es que la forma de su cuerpo había cambiado después del parto, pero sin duda aquellas curvas, más pronunciadas ahora, le sentaban muy bien. No podía dejar de seguirla con la mirada, escondidos los ojos tras su caído flequillo, mientras ella iba y venía de la cocina y trataba de darle conversación.

Sabía que había ido allí con una misión que cumplir y que le iba mucho en ello, pero supuso que no pasaría nada por demorarse un poco en su cometido y disfrutar de la compañía. La mocosa de su hija, en cambio, no le llamaba la atención lo más mínimo; si acaso sentía algo por ella era desprecio. Entre otras ideas distorsionadas a Marcos se le había metido en la cabeza que la llegada de Elisa provocó que su hermana Gloria muriera. Un alma llega a este mundo, otra lo deja. Sí, esa pequeña zorra tenía la culpa de su soledad, pero no le haría nada malo. Es a su padre a quien quería ver sufrir y echarla de menos hasta perder la cabeza. Así sabría lo que se siente.

Julia C.

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miércoles, 13 de abril de 2016

Los refranes de mi vida. Presentación



Con este post comienza una sección del blog que me hace mucha ilusión y que titularé “Los refranes de mi vida”. También podría haberse llamado “Los refranes de mis mayores”, porque lo cierto es que la mayoría de los que conozco y que uso sin darme ni cuenta están ligados a expresiones de mis padres o de mi abuela. De todos modos me decanto por el primer título por ser más amplio, y es que yo pretendo que en este espacio quepan muchas cosas.

La idea para querer iniciar esta sección nació en los concursos de la tele, aunque parezca extraño. En más de una ocasión he visto cómo algún participante fallaba porque no conocía el refrán del cual era objeto la pregunta que se le hacía. Se trataba sobre todo de gente joven y la respuesta, para mí y para los que estaban conmigo, personas de mi edad más o menos, era tan obvia, que me dio por pensar que quizás los refranes, que se aprenden sobre todo por transmisión oral, se están perdiendo. No me gustaría que eso sucediera, ya que son una fuente de ingenio siempre, picaresca en ocasiones y, sobre todo, de sabiduría popular.

Así pues este es mi pequeño homenaje a esas “sentencias breves y de fácil memorización que encierran un consejo, moraleja o enseñanza y que provienen de las experiencias de los pueblos, acumuladas a través de los siglos y adaptadas por el folklore al conocimiento propio de cada zona”.

Me gustaría que ésta fuera una sección participativa, así que siéntete libre de aportar cualquier cosa que se te ocurra y que esté relacionada con el refrán de cada título. Yo, por mi parte, los acompañaré de una experiencia personal, un comentario acerca del contexto donde lo oí por primera vez o de un pequeño relato que venga al caso. Así es más ameno.

Ojalá que lo pasemos bien, aprendamos mucho y contribuyamos un poquito a la transmisión y perdurabilidad de estas pequeñas joyas hechas de letras.

Julia C.

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lunes, 11 de abril de 2016

Malena es nombre de mujer (XVI)



No era una mala propuesta, todo lo contrario, pero aceptarla hubiera supuesto negarse a sí mismo tal y como había llegado a ser y renunciar al valor de todo lo conseguido en ese tiempo de separación. No, no volvería a casa para hacerse cargo de los negocios familiares y ser la mano derecha de Jonás. Por otra parte atravesaba un esperanzador pero delicado momento con Malena y no quería añadir más motivos de conflicto proponiéndole que se mudaran, junto con su hija, a su antigua residencia familiar. Lo cierto es que ni en el mejor de sus sueños podía imaginar que Malena aceptara. Había que ir despacio, dando un paso tras otro si quería que las cosas volvieran a funcionar entre ellos. No se negaba categóricamente a nada, ayudaría a su padre si alguna vez lo necesitaba, pero no renunciaría a la vida que se había construido con tanto esfuerzo para vivir la que él le había inventado a medida.

Tonio fue tan suave y comedido como pudo a la hora de expresarle su opinión a Jonás, no quería herirle, pero el ceño fruncido de éste indicaba que no se lo estaba tomando muy bien. Pensativo dejó escapar perezosas algunas volutas de humo de su habano e inspiró profundamente antes de contestar a su hijo. La expresión de su arrugada cara se había endurecido.

Tonio lo escuchó asombrado, tratando de comprenderle e incluso de compadecerle, incrédulo, pero no encontraba justificación suficiente a su mezquindad en la tremenda soledad que padecía su padre. Ahora fue él quien hizo algo más que fruncir el ceño. Se levantó enérgicamente de la mullida butaca como impulsado por un resorte, levantó la mano hacia su padre interrumpiendo su discurso y le dedicó una mirada salpicada de rabia. Allí estaba Jonás en estado puro, manipulador y egoísta hasta el final, incapaz de querer más allá de sus propios intereses.

Salió de la habitación y de la casa conteniendo las ganas de dar un portazo. El respeto al recuerdo de su madre entre esas paredes es lo único que lo impidió.

Tonio se puso al volante de su coche y condujo sin rumbo fijo para serenarse. Las palabras de su padre le habían alterado profundamente y aunque quisiera pensar que no le importaban, lo cierto es que dolían muy adentro. ¿Cómo se atrevía a decirle que Elisa estaría mejor con él que con sus propios progenitores? Le echó en cara despreciativamente que él era un exconvicto y Malena una chica de barrio cualquiera sin formación y cargando sobre las espaldas un pasado turbio. El era su abuelo, alguien respetable en la comunidad que podía ofrecerle un buen futuro y todas las comodidades que merecía por llevar su apellido y ser sangre de su sangre.

¿Cómo podía ser Jonás tan rastrero? ¿Cómo podía haberle engañado tan fácilmente escudándose tras falsos deseos de reconciliación? Quedaba claro que no era el anciano bienintencionado y desvalido que él había pensado; conservaba intactas sus maneras de mafioso al uso. Incluso llegó a ofrecerle dinero si le entregaba a la niña y se prestaba a hacerla pasar por una huérfana en acogida bajo su tutela. El la educaría como era debido “lejos de su perniciosa influencia”.

Llegado a ese punto, mientras rememoraba las locas pretensiones de su padre, Tonio no pudo evitar sonreír. Antes de lograr sus propósitos Jonás tendría que vérselas cara a cara con una Malena furiosa, muy furiosa; quizás no había calibrado bien el carácter de su chica. Luego se le heló la sonrisa en los labios con un mal presentimiento y giró el volante bruscamente a la derecha, directo a la zona este de la ciudad. Quizás Jonás no estaba pensando en tratos, sino en hacer las cosas por la fuerza. Debía prevenir a Malena y asegurarse de que su hija estaría bien.

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Había dejado de beber, al menos en público, y volvía a ser el hombre responsable, aseado y atractivo de antaño, aunque las oscuras ojeras que enmarcaban sus hermosos ojos castaños y los tics nerviosos que había desarrollado denotaran que no estaba tan bien como debía.

Volvió al trabajo junto a Tonio, como había prometido, aunque ya nada era igual entre ellos. Su amigo y Malena, cada uno a su manera, trataban de apoyarle y ayudarle esperando que las cosas, y sobre todo sus sentimientos, volvieran a su cauce. Pero quien realmente consiguió centrarle de nuevo y darle un propósito en la vida fue Jonás. Marcos se había convertido en su plan B si la charla con Tonio no daba los resultados deseados, como así había sucedido.

No fue difícil convencerle pues nada de lo relacionado con el entorno de su hijo le era ajeno a Jonás y sabía que Marcos atravesaba un momento de gran vulnerabilidad. Le bastó manejar un poco los envenenados hilos, ofrecerle un cauce para su venganza y la oscura trama se puso en marcha sin más obstáculos. Un apretón de manos a escondidas en un sucio callejón y un abultado sobre bastaron para cerrar el trato entre ellos, sellando así el destino de la pequeña Elisa.

De cuánta ironía hacía gala a veces la vida, pensaba el anciano mientras de alejaba acomodado en el asiento trasero de un discreto vehículo negro: el bondadoso y siempre sereno muchacho se había convertido, con su ayuda, en la serpiente traidora que mordería el cuello de quienes más le querían…

Julia C.

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jueves, 7 de abril de 2016

Estudios superiores



Tras consultar mi agenda compruebo que es el turno de Frida, la adorable y risueña Frida. A las ocho en la esquina del centro comercial. Añado una señal en forma de “V” junto a su nombre. Allí estaré, puntual como corresponde a un caballero…

Tras la ducha con agua que no me moja y jabón que jamás consigo que haga burbujas, completo mi aseo obsequiándome un concienzudo afeitado. Yo no tengo barba, pero me gusta el ritual de pasar la suave brocha embadurnada de espuma por mi cara; y luego la navaja, claro. Me ha costado aprender a manejarla sin contratiempos, pero ahora que he adquirido la destreza suficiente disfruto usándola. Tampoco puede faltar un vigorizante masaje con aftershave, ¡qué gran descubrimiento! No puedo olerlo, anosmia le llaman, pero lo uso de todas formas porque a ellas las vuelve locas. Es algo relacionado con la química entre la fragancia del producto y mi propio olor corporal, que por supuesto tampoco percibo. Daisy se esforzó por describirlo y acabó catalogándolo de “sencillamente embriagador”. Muy gráfico, me quedó bastante claro.

Me miro al espejo y no puedo evitar pensar que he hecho un buen trabajo. Todo lo que sé lo he aprendido yo solo, observándoles atento y callado. No creo que sea bueno llamar su atención y no entiendo por qué gustan de aparatosas apariciones algunos de mis compañeros.

Es el turno de poner orden en mi cabello. Tengo la sensación de que se ha ensortijado notablemente desde que estoy aquí, y aunque Nancy lo encuentra adorable, yo creo que es un efecto secundario muy molesto. Suerte que he descubierto la gomina, un invento formidable. Lo peino hacia atrás repetidamente hasta que queda perfecto, cada mechón en su lugar. 

La ropa está sobre la cama, perfectamente planchada y almidonada; los zapatos junto a la mesilla, lustrados como espejos. Reconozco que son tareas, la de planchar y limpiar el calzado, que no me gustan nada, pero he convencido a Rose para que hagamos un pequeño trueque de favores. Es muy habilidosa y a mí no me cuesta nada complacerla. Para eso estoy aquí.

Mientras me visto, seguro de mí, pienso en los tiempos en que, recién llegado, me encontraba desorientado y perdido. Lo cierto es que no tenía ni idea de a qué me dedicaría o cómo saldría adelante para llevar a cabo mi cometido de “integración en el entorno con eficacia y puesta en práctica de potenciales propios de cada alumno”. Así decía exactamente el rimbombante enunciado para la prueba. Lo que sí sabía es que quería superarla a toda costa y obtener mi título.

Lo pasé mal probando toda clase de empleos, por encima y por debajo de mis conocimientos, pero al parecer despertaba un rechazo inexplicable entre mis compañeros y siempre acababa envuelto en alguna bronca, con el consiguiente despido. Para mi frustración en ninguno duré más de una semana. Ahora sé que se trataba nuevamente de un asunto de química: su testosterona y mis hormonas alienígenas son incompatibles.

Fueron momentos duros, me sentí muy desesperanzado, pero un tiempo después pude comprobar que ese rechazo se convertía en atracción irresistible en el caso de ellas. Estaba claro que si pulía algunas habilidades innatas en mí y aprendía unas cuantas cosas sobre sus gustos, podía jugar esa baza para lograr mi objetivo académico. ¡¡Yo había llegado a este planeta para regalar amor!! Dentro de unas semanas nos darán las calificaciones, pero mi tutor me asegura que lo estoy haciendo muy bien.

Un último vistazo al espejo, ya estoy listo. Me marcho. Mi cita de las ocho está esperando y estoy deseando “integrarme” con ella.

Julia C.

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lunes, 4 de abril de 2016

Malena es nombre de mujer (XV)



Los dos tenían la sensación, por raro que pareciera, de que si rompían el silencio pronunciando una sola palabra, muchas otras cosas más se romperían también entre ellos. Así pues nada dijeron y el instante se convirtió en una especie de burbuja a salvo de desgaste, ofensas y reproches pasados.

Malena escrutó el rostro del hombre que estaba delante de ella y supo que algo grave pasaba; también supo que había ido allí a buscar refugio. Aunque su corazón lo hizo un poco antes que su boca, al fin sonrió levemente y le tendió a la niña envuelta en una toquilla. El roce de las manos en el traspaso, pequeñas y delicadas las de ella, fuertes y acogedoras las de él, les hizo evocar a ambos muchas sensaciones que creían perdidas para siempre. Después él, dejándose impregnar por la tibieza y el olor de la niña,  interrogó a Malena con la mirada. “Elisa”, respondió ella.

Tonio nunca se había planteado que pudiera tener una hija en lugar de un hijo, pero estaba encantado con la idea. Si se parecía en algo a su madre, y seguro que así era, estaba claro que podría compartir con ella todo tipo de juegos. Además, era tan preciosa… Respecto a la pequeña, no pareció disgustada de estar entre los brazos de su padre y emitió un pequeño y alegre gorjeo que llenó a Tonio de orgullo. Al cabo de un rato se quedó apaciblemente dormida y la pusieron en su cuna. La tregua había llegado a su fin.

Después de tanto tiempo y tantos acontecimientos difíciles vividos por parte de ambos, no era fácil encontrar las palabras de nuevo. Se miraron largamente a los ojos, con más curiosidad y anhelo que desafío, y cuando Tonio sintió que ya no cabía más silencio en su corazón, le pidió a Malena que lo escuchara.

Fue como dejar brotar una catarata tumultuosa de sentimientos desde largo tiempo contenida. Las lágrimas se mezclaron con las palabras para expresar lo mucho que lamentaba todo lo que había sucedido y lo fuerte que aún seguía siendo su amor por ella. Esta vez no guardó ningún secreto, no lo haría nunca más, y le contó a una Malena callada y paciente absolutamente todo lo que había vivido en su ausencia.

La mujer escuchaba y reflexionaba, inmersa también en esa vorágine de emociones, tratando de averiguar qué sentimiento era el que predominaba en su corazón. Quizás había sido muy severa vengándose de Tonio por su infidelidad sin hablar siquiera con él; quizás debió comprender, a la vista de los acontecimientos, que Gloria no era más que una mujer que se sentía sola y rechazada, digna de lástima más que de odio; quizás había sido muy egoísta con un Marcos que no había hecho más que tratar de ayudarla siempre; quizás debía asumir que un padre haría cualquier cosa por lo que creía era el bienestar de su hijo y que eso incluía a Jonás.

De repente se sintió exhausta, como si todo el peso de sus dudas y posibles errores amenazara con aplastarla. Secó las lágrimas de sus mejillas y tendió la mano hacia Tonio, que instintivamente se arrodilló a su lado y se dejó acariciar. Eran como dos niños heridos buscando consuelo de la vida, pero al menos estaban de nuevo en casa.

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Tropezó con la botella vacía y fue a parar de bruces contra la pared; la noche de borrachera le pasaba factura y, lento de reflejos como estaba, no pudo parar el golpe en la cara a tiempo. A decir verdad tampoco le dolió demasiado, eso tenía de bueno todo el alcohol que circulaba por su sangre. Se sintió aturdido unos instantes, luego se recuperó, se llevó la mano a la frente y apretó los dientes. Aún se daría voluntariamente algunos golpes más contra el indiferente muro de su salón antes de perder el sentido.

Marcos estaba desbordado por la pena y la ira a partes iguales y no sabía cómo arrancárselas de dentro. Era un hombre esencialmente bueno, pero había pasado horas, entre trago y trago, maquinando la forma de vengarse de su amigo. Podría haberle asesinado con sus propias manos sin el más mínimo remordimiento, pero eso hubiera resultado demasiado sencillo. Gloria merecía algo más.

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Las últimas gotas del ambarino líquido cayeron en la copa con sutileza, como si se exhibieran conscientes de ser un néctar muy costoso y apreciado por su dueño. Whisky solo para Jonás y con un poco de agua para Tonio.

Estar sentado de nuevo en aquella butaca de piel, contemplando la extensa y maravillosa biblioteca de su padre y paladeando el licor que él reservaba solo para las grandes ocasiones, le producía un extraño efecto que no conseguía terminar de descifrar. Estaba contento de que Jonás le hubiera citado allí para hablar, pero junto a la sensación de cálida familiaridad, también sentía la agobiante falta de su madre. Aquella ya no era su casa ni él tenía nada que ver con el muchacho que allí había vivido.

Tonio decidió romper el hielo poniendo al día a Jonás sobre los últimos acontecimientos. Malena y él estaban muy cerca de reconciliarse, aunque de momento ella había preferido volver a su pequeño apartamento con la niña. La conocía bien y no podía forzar las cosas, pero estaba seguro de que poco a poco conseguirían restablecer su relación. Por otro lado Elisa era la criatura más preciosa de la tierra y parecía muy sana, a pesar de que el médico se empeñaba en hacerle revisiones periódicas. Le pidió un poco más de paciencia a su padre y le prometió que muy pronto se la llevaría para que la conociera; puede que también aceptara acompañarles Malena. Todo marchaba bien, la vida le sonreía. Incluso el asunto con Marcos parecía haberse suavizado mucho. Aunque se había tomado un tiempo antes de reincorporarse al trabajo, aceptó sus disculpas y dijo que comprendía, que seguiría a su lado. Es cierto que se comportaba de un modo algo extraño en las ocasiones en que había ido a visitarle, que le huía la mirada, pero acabaría por volver a ser el Marcos de siempre. Malena y él cuidarían de su amigo; le debían mucho.

Justo después de ofrecerle la segunda copa Jonás decidió revelarle al fin el motivo por el que lo había citado. Era su turno de hablar.

Julia C.

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Código 1604047148061
Fecha 04-abr-2016 18:17 UTC
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