Ella sabía que la espiaba tras la veneciana
aparentemente cerrada del piso de enfrente...
La primera vez que reparó en ello estaba demasiado
cansada para echar sus propias cortinas, así que decidió no hacer caso. Se
cambió deprisa y evitó mostrar nada que no fuera imprescindible. Después de
todo a ella le gustaba dormir con el ventanal de su dormitorio expuesto a la
luz de la luna y no estaba dispuesta a que nadie le fastidiara aquel pequeño
placer. Le gustaba pensar que si se despertaba durante la noche podría volver a
dormirse contando estrellas.
A pesar de no haberle dado importancia al suceso, al
día siguiente no pudo evitar pensar en “su mirón” durante toda la jornada. Y
cuando llegó la hora de acostarse y se dirigió a su habitación, tampoco pudo evitar
buscarle con disimulo. Allí estaba. Encontrarlo en su puesto le proporcionó
cierta satisfacción morbosa y se desvistió de forma inocente, pero sin prisas
esta vez. Se fue a la cama con su pijama de ositos turquesa y una sonrisa
maliciosa en la cara. Imaginaba mil historias que la alejaban mucho de su
aburrida e intrascendente cotidianidad.
Gloria era una chica trabajadora, ordenada y metódica
en todo lo que hacía. Había apostado por su carrera hacía mucho tiempo y aparcó
todo lo demás: salía poco con las amigas, no trasnochaba como no fuera acabando
un informe, viajaba solo por trabajo y no tenía novio. Así pues aquel
“aliciente” llegó en el mejor de los momentos, pues no le requería una
inversión grande de tiempo y le aportaba aquello que echaba de menos muy en su
interior: un poco de pimienta en su existencia.
Las noches sucesivas fueron dándole alas a su
desinhibición y cada vez era un poco más atrevida. No se había planteado qué
pretendía exactamente, pero le parecía estimulante tener a alguien esperándola
a la vuelta del trabajo, aunque fuera de esa forma, y no creía estar haciendo
nada malo. Según la altura a la que se entreabrían las lamas de la veneciana,
tenía que ser un adulto.
Gloria se distraía durante el día ensayando
mentalmente posturas y luces que la favorecieran a la hora de desvestirse, y empezó
a elegir cuidadosamente su ropa interior. Sus insulsos pijamas infantiles
quedaron relegados al fondo del cajón y puso en uso todos aquellos camisones de
seda, encajes y raso que había comprado alguna vez, no recordaba cuándo, y que
no había llegado a estrenar nunca.
Así mismo comenzó a tomar conciencia de la belleza y
sensualidad de su propio cuerpo, menudo pero bien proporcionado. Observaba
encantada delante del espejo, como quien hace un descubrimiento, su piel casi
nacarada de puro blanca, las curvas acogedoras y cálidas de su vientre y sus
muslos, sus senos llenos, turgentes y su sexo rosado y tibio. Una Gloria
diferente estaba fraguándose dentro de ese mismo cuerpo, una que estaba llena
de vida y que recién despertaba a la lascivia. Era una ofrenda involuntaria a
aquel que la espiaba…
Los encuentros entre Gloria y su observador llegaron a
constituir auténticos actos de comunión. El la esperaba donde siempre para que
ella se sintiera importante, deseada, imprescindible (o eso al menos es lo que
le latía a ella por dentro) y la chica le ofrecía delicados e imaginativos
actos de exhibición con dedicatoria. Muy atrás quedó la indiferencia del
principio o la timidez de después. Ahora era una seductora sin rival en el
mundo a medida de su dormitorio y para el único espectador que ella deseaba
impresionar.
Cualquiera hubiera pensado que al prolongarse aquella
situación y dado que solo una calle los separaba físicamente, llegarían a hacer
algo para conocerse. Pero no fue así.
A ella le bastaban aquellos minutos diarios que
pintaban de rojo bermellón sus días y que la habían hecho redescubrirse.
En el caso de él no quería complicarse la vida porque
era un excelente profesional. Mantendría las distancias y se limitaría a reunir
todo el material posible para luego vendérselo a las diferentes webs y revistas
eróticas con las que colaboraba. No siempre le resultaban rentables las horas
de “tanteo” desde su ventana, pero
Gloria había resultado ser un filón…
Julia C. Cambil
Código: 1504123823335
Fecha 12-abr-2015 5:29 UTC
Licencia: Creative Commons Attribution-NonCommercial-NoDerivatives 4.0
Julia C. Cambil
Código: 1504123823335
Fecha 12-abr-2015 5:29 UTC
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