lunes, 30 de marzo de 2015

Recordando

Recordando


Puede ser que el tiempo sirva para cerrarle definitivamente los ojos a los muertos, pero a mí me los abrió a la vida, por completo y para siempre…

Me pongo a pensar y creo que nunca fuiste como yo te veía, pero sin duda fuiste lo que yo necesitaba en aquel momento, y eso tuvo que bastar. Sí, ya sé, nunca se trató de amor.

A pesar de todo aún hoy me doy el lujo de echarte de menos a ratos, de pensarte como aquel compañero de juegos que en todo supo entenderme. Jamás te sorprendió nada de lo que te propuse, por más descabellado que fuera; nunca elegiste quedarte atrás, por más que mi sed de aventura y experimentación me convertía por momentos en una loca temeraria. Aún hoy flaqueo alguna vez y tengo tentaciones de llamarte para escuchar esa doble intención juguetona y provocadora que tenían casi todas tus frases, esos apelativos cariñosos que reinventaste para mí, esa voz grave y varonil con la que me envolvías al mismo tiempo que con tus brazos.

Cuantas veces me dijiste estremecido entre jadeos que yo sacaba lo más pervertido de ti, que borraba tus límites para traspasarlos una y otra vez. Y aunque aquello me hacía sentir poderosa y te sonreía juguetona con la pose de una mujer de mundo, yo tenía la sensación de que eras precisamente tú el que ejercía ese efecto sobre mí. Supongo que nos potenciábamos mutuamente, como dos adictos al placer que encontraron la droga a medida. Será que eso de la química existe y que nos atrapó irremisiblemente en una espiral de hormonas, tentación y fluidos.

También supimos aparentar con bastante convicción que además éramos amigos, y recuerdo que cuando conseguíamos sosegarnos y teníamos una cita convencional, delante de una taza de café en una terraza cualquiera, el morbo de no poder tocarnos acababa por rendir nuestros cuerpos a la evidencia de que solo estábamos aplazando las ganas de comernos vivos. Fue así que inventamos muchas formas de acariciarnos más allá de la piel, descubriendo que no necesitábamos las manos para ello. No sé delante de quién queríamos quedar bien, pero aquellas citas parecían obligadas de tanto en tanto.

Con la perspectiva que ofrece mirar al pasado en la distancia, comprendo que nunca antes había hecho ni volveré a hacer las cosas que hice contigo. Estoy segura de que nadie más que tú podría llevarme de la mano por ciertos caminos espoleando sin cesar mi curiosidad de aquellos días y animándome a desechar cualquier reticencia razonable. Solo se vive una vez, decíamos, y nos reíamos enredando las miradas sedientas de antelación. Lo cierto es que yo nunca he sido de las que dicen “en un beso sabrás todo lo que he callado”, porque no fui capaz de guardarme ningún beso ni ningún pensamiento que fuera para ti. Eso formaba parte del juego peligroso que habíamos elegido al estar juntos.

Sí, aún hoy te recuerdo y nos recuerdo, pero ya no somos quienes fuimos… 


Este texto ha obtenido el primer premio en el apartado "Relatos" del concurso FRASELETREANDO del 6 de abril de 2015. La frase en diferente color es la que obligatoriamente tenía que incluirse para participar.


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viernes, 27 de marzo de 2015

Lidia y la Primavera

Primavera-milagro


Aquella era la primavera de sus 45 años...



Nunca le había importado cumplir edad, todo lo contrario, estaba feliz de poder ir desgranando las hojas del almanaque con una salud razonable, proyectos e ilusiones para cada día y la compañía de su querido Manuel. Aunque lo cierto es que ese número le daba que pensar y a menudo en aquellos días se sorprendía a sí misma abstraída haciendo balance de su vida. En esas estaba en aquel momento, sentada desenfadadamente sobre la cama, con las fotos de su vieja caja de lata esparcidas sobre la colcha y una sonrisa nostálgica en la boca.



Manuel golpeó suavemente con los nudillos en la puerta entreabierta y atravesó el dintel sin esperar respuesta. Ella levantó la vista para mirarle y casi le dolió comprobar cuánto quería a ese hombre. Siempre habían estado juntos, desde la Universidad, y su proyecto de vida había coincidido en todo. Bueno, en todo no, estaba el tema de los hijos. Manuel no había querido tenerlos bajo ningún concepto y ella acabó por auto convencerse de que podría soslayar su deseo de ser madre con fuerza de voluntad y aquel amor inmenso que le inundaba el pecho. Cuando pensaba en ello se entristecía, pero apartó el recuerdo de su mente por enésima vez en su vida y observó complacida el reflejo plateado que cubría las sienes de su compañero. Le interrogó con un brillo cómplice en los ojos. A cambio él apartó la vista de aquella sonrisa y con ademanes pausados sacó una maleta del armario y comenzó a llenarla de ropa.



-         ¿Sales de viaje otra vez? No me habías dicho que tuvieras trabajo este fin se semana.

-         Y no lo tengo, Lidia. Me voy de casa, ya no puedo seguir con esta farsa que nos hace daño a los dos. Hay otra mujer, espera un hijo mío y creo que merecemos una oportunidad de ser felices. Lo dijo de corrido, sin emoción, como si lo tuviera bien ensayado.



Aquellas palabras heladas cayeron como un alud sobre ella y quedó sepultada en una blanca tumba de incomprensión, dolor y traición. No dijo nada, no hizo nada, ¿cómo podría si acababan de arrancarle el corazón?



Se levantó en estado de shock, sin entender, sin saber, y salió al jardín buscando el aire que le faltaba para respirar. Nunca en su vida como ahora había deseado tanto desaparecer, transformarse, huir, dejar de sentir, ser otra cosa diferente a una mujer.



Y la primavera, compasiva, obró el milagro.



De súbito una sequedad creciente se fue apoderando de cada centímetro de su piel, acartonándola, lignificándola. Luego fueron las manos, que cambiaban su aspecto a ojos vista engrosándose, brotándoles nudos y adquiriendo una inconfundible textura vegetal brazos arriba. En seguida su larga melena castaña comenzó a verdear, dejando al descubierto incipientes y tiernos brotes que crecían frondosos al tiempo que sus pies se anclaban con raíces vigorosas al suelo. Era extraño, conforme avanzaba aquel proceso el dolor iba desapareciendo, el olvido la mecía como brisa y secaba su llanto, los nacimientos que no había alumbrado latían dentro de ella al ritmo de la savia viva que la alimentaba.



Para cuando comprendió por completo lo que pasaba ya lo había aceptado en su nuevo corazón y supo que siempre formaría parte de aquel jardín. Sencillamente se dejó hacer, dócil a los designios de la primavera, a cambio de la felicidad.

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jueves, 26 de marzo de 2015

Premio Dardos, directo al corazón!

premio-Dardos



Poco a poco pasan los meses desde que nació este blog y la vitrina se va llenando. ¿Qué vitrina? Pues esa en la que guardo con todo el cariño y el máximo mimo los premios que mis generosos compañeros me conceden. Le quito el polvo, le saco brillo y hasta le doy barniz de vez en cuando, ¡¡tanta es la ilusión que me hace!!

En esta ocasión tengo que agradecerle la mención a Mercedes Gil Abuelatecuenta y Ricardo Zamorano Valverde, que han considerado oportuno que el premio Dardos también tenga su sitio en mi modesta vitrina. Supongo que todos conocéis sus estupendos blogs “La abuela te cuenta” (http://cuentameuncuentoabuela.blogspot.com.es) y "Palabras narradas" (http://rizaval.blogspot.com.es). Si no es así corred a leerlos, porque os estáis perdiendo algo bueno. Muchas gracias, querid@s míos!!

La dinámica de los premios establece unas normas que paso a detallar para que también puedan conocerlas mis nominados. Son las siguientes:

-         Exhibir el logo del premio en lugar visible del blog
-         Agradecer el premio a quien te lo concede de forma pública
-         Nominar a otros diez blogs para recibir el premio.
-         Comunicarles la nominación explícitamente a los interesados.

Allá van mis menciones de autor y blog. He tratado de hacerlas pensando en los compañeros a los que nunca he nominado para otro premio antes, en trabajos que son poco conocidos pero que a mi entender valen mucho y en descubrimientos muy recientes pero que creo que me encantarán. Esta vez quería hacer algo diferente.

-         Francisco Moroz: “Abrazo de libro”
-         Edgar K. Yera: “Rincón Creativo de Edgar K. Yera”
-         Rakel Relatos: “Los Relatos de Rakel”
-         Flor Oliva: “Poemas Flor”
-         Marisa Doménech: “Nuevo viaje a Itaca”
-         Gerard El Pelusa Hurtado: “el Pelusa Hurtado, bloG”
-         Carlos Dearma: “Varios Literarios”
-         Consultas Ortográficas: “Consultas Ortográficas”
-         Javier Cabral: “De paso por…” 
- Sam Hispano: "Aprendiendo a ser feliz"  

Colorín colorado este cuento se ha acabado. Gracias nuevamente a quienes me concedieron el premio y enhorabuena a todos mis nominados.

Nos leemos!!

viernes, 20 de marzo de 2015

Las cosas que no siento

no siento



No puedo creer que se haya terminado, pero así es. Supongo que algunos cuerpos se encuentran y se reconocen misteriosamente entre toda una constelación de cuerpos; se unen por la intuición de un deseo compartido, comprendido solo a medias pero poderoso; y siguen juntos  después, un tiempo, por obra de la alquimia de los sentimientos y la piel… Hoy para nosotros se agota ese tiempo, se quebró como cristal la fuerza invisible que en otra época nos impelía casi con violencia al refugio presuroso de los brazos del otro, al beso desesperado de los labios del otro. 


No estoy herida, no me siento triste, y eso me hace dudar de que estos años hayan sido verdad, de que yo misma sea verdad. Quizás la indiferencia sea solo un mecanismo de defensa, quizás las razones que me hacen pensar que terminar ha sido lo mejor son una coartada, quizás mi orgullo viene siempre al rescate cuando corro el riesgo de la vulnerabilidad. Y si todo esto que no siento forma parte de un castillo de naipes, el día menos pensado se derrumbará y tendré que llorar.


No puedo creer que se haya terminado, pero este silencio espeso y esta ausencia de risas me dicen que así es. Podría devanarme los sesos ideando estrategias de sanación para corazones helados, fabricando razones que nos llevaran de vuelta al momento en que nos dijimos te quiero, enmarcando para ofrecerte los pliegues de las sábanas que acogieron nuestros cuerpos como uno solo. Pero no, no puedo o no quiero; me instalé en la cómoda desidia de los suspiros al viento y las caricias sin puerto.


No te echo de menos, no te pienso con ternura, no nota mi tiempo la mucha falta de tu presencia. Aunque quizás solo estoy fingiendo que me puedo pasar sin ti, que al fin y al cabo era postizo todo lo que nos dimos. Si es solo una representación, estoy a punto de creérmela, y a cada nuevo ensayo, cuando abro los ojos al despertar, me convenzo a base de repetirlo de que el nuestro era un guión sin futuro, uno de esos que es mejor no sacar nunca del cajón del mal escritor. No sé si estoy equivocada, pero a lo peor un día descubro que sí, justo cuando sea demasiado tarde para sentir la pena que se supone que ahora debería sentir.



Julia C. Cambil


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jueves, 19 de marzo de 2015

La otra historia de Caperucita

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Siempre he pensado que Caperucita tenía muy poco de inocente y que en realidad su paseo por el bosque no perseguía más propósito que el de seducir al leñador. Este se había convertido en el objeto de sus más ardientes fantasías desde que le vio desnudo bañándose en el río.  El día al que se refiere el cuento se sentía presa de un “ataque hormonal” que le negaba el sosiego a su joven cuerpo, así que decidió salir al encuentro del leñador confiando en que la casualidad la favoreciera. Si conseguía su propósito ya vería después cómo engatusarle con sus maneras de lolita, el cuerpazo que la madre naturaleza le había regalado y esa ridícula capa roja que ha dado lugar al título de la historia. En realidad el único encanto de la prenda es que Caperucita se despojaba de casi todo lo demás en cuanto se adentraba en el bosque y perdía de vista a su madre. Normal que la capita de marras creara expectación, como que iba semidesnuda al estilo de una ninfa exhibicionista y macizorra.


También creo que engañó a su madre. No quería la miel para llevar un presente a la abuelita, sino que soñaba con usarla para convertir al leñador en un caramelo gigante con el que deleitar su lascivo paladar. Siendo una chica práctica como era, pensó que además serviría de reconstituyente a las energías de aquel hombretón que penaba sudoroso de sol a sol.


Pero el caso es que aquel día la diabólica Caperucita no encontró al leñador, y furiosa por la poca costumbre de verse insatisfecha, se dirigió realmente a casa de la abuelita. Por supuesto no iba a visitarla, como nos han hecho creer, sino para recuperar unos porros que había escondido tras la chimenea. 


Lo que ni ella ni nadie podía sospechar es lo que en la apartada cabaña de la anciana había sucedido: un travesti incomprendido había hecho realidad por fin su sueño de vestirse de mujer con las cosas de la abuelita. Era miércoles de póker y ella había acudido a casa de una conocida bruja de otro cuento a quien no mencionaremos por respeto a su intimidad. En aquella época lo de los travestis no estaba muy bien visto, así que dijeron que era un lobo.


Pero en cuestión de hombres nadie podía confundir a Caperucita, que enseguida se percató de la situación. Lejos de asustarse olvidó los porros y reemplazó el capricho por aquel otro hombre con gustos un tanto pervertidos que la encendió de inmediato.


-         Cariñito, cariñito, ¿por qué llevas cinturón de cuero?

-         Es para atarte mejor

-         Cariñito, cariñito, ¿para qué es ese látigo que asoma bajo las sábanas?

-         Es para someterte mejor.

-         Cariñito, cariñito, ¿por qué hay un bozal sobre la mesilla?

-         Es para enseñarte mejor.


¿Qué queréis que os diga? Lo demás lo dejo a vuestra imaginación, pero yo creo que aquella fue la ocasión en que se hizo popular la frase “Dios los cría y ellos se juntan”…

Julia C. Cambil

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miércoles, 18 de marzo de 2015

Dentro de mí

Dentro de mi



Como si fueran las cuentas de un rosario, cada tarde me sentaba en un rincón a acariciar las ajadas perlas de aquel collar. No rezaba, pero sí maldecía por lo bajo en ritual letanía, moviendo apenas los labios ahora secos de besos y dejando resbalar algunas lágrimas que eran más amargas que saladas y que parecían no tener vocación de agotarse alguna vez.



Maldecía y recordaba, me autolesionaba escarbando en los recuerdos más dolorosos para ver si de una vez me estallaba el corazón y dejaba por fin de quererle. Me traicionó, me trató como a una muñeca con la que se juega un tiempo y luego se abandona, me robó la inocencia y la candidez que reviste de magia el primer amor. Todo lo que saqué en claro de aquella relación malsana fue llanto y un collar de perlas falsas. Mi familia no me lo perdonó; yo tampoco.



No sé en qué momento la tristeza y la desesperación fueron sustituidas por la curiosidad y el asombro ante los cambios de mi cuerpo, pero sucedió que conforme aquel corazón diminuto latía a mi costa y ganaba terreno en mi vientre, yo abandonaba la costumbre de castigarme por mi error y de sobar aquel maldito collar. Sería un duro camino, pero en la profundidad del invierno, finalmente aprendí que dentro de mí yace un verano invencible y que el sol deslumbrante que traía consigo, espantaría definitivamente a la locura y la desgana de vivir. Por mí, por mi hijo.

Julia C. Cambil

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Fecha 11-abr-2015 19:50 UTC
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lunes, 16 de marzo de 2015

Por ser una buena chica? (Premio Parabatais)

Premio-parabatais


El post de hoy es de los que más me gusta escribir, porque es para contaros que algunos compañeros me han nominado para un premio. Y no es solo por el premio, que desde luego me encanta, sino por lo que significa. Alguien me lee, alguien piensa que lo hago bien, alguien estima que le aporto algo. ¿Acaso no son esas las motivaciones para que la mayoría de nosotros estemos aquí? Verlas cumplidas en alguna medida me llena de satisfacción.

El premio en cuestión se llama “Parabatais”, término que ha sido extraído de la saga “Cazadores de Sombras”. Los Parabatai son guerreros que luchan juntos para toda la vida, unidos por un vínculo especial que solo la muerte puede disolver. Como premio el significado simbólico es esa hermandad que genera el amor a la escritura por parte de todos los bloggers y otorgarlo es un reconocimiento a ese amor y al trabajo realizado para mantenerlo vivo en cada post.

Estos compañeros que han sido tan generosos conmigo y a los que desde aquí doy las gracias y mando un abrazo enorme abrazo son: 

-         Francisco Moroz: http://abrazodelibro.blogspot.com.es
-         María Peláez Arias: http://escritoramama.blogspot.com.es
-         Mery Pérez: http://clioenelespejo.blogspot.com.es
-         Campanilla Feroz: http://sangreenlanevera.blogspot.com.es
-   Felipe Rodrígez: http://contagiandolocuras.com  
-   Raquel Ortiz:  http://estrategiasdeexitoparatrabajo.blogspot.com.es
- Mirta Cristina: http://kichiacha.blogspot.com.es 
- Isidro Cristóbal del Olmo: http://isidro1.blogspot.com.es

Si no conocéis sus blogs os estáis perdiendo algo grande, porque derrochan talento y buen hacer.

Las condiciones para recibir el premio son las siguientes:

-         Agradecer el premio a quien te nominó
-         Añadir tu premio al blog en lugar visible
-         Nominar a otros diez blogs y avisarles
-         Y si queréis, haceros seguidor de quien os nomina. 

Respecto a mis nominaciones, voy a pedir un margen de tiempo para hacerlas. La razón es que dado que estos premios se otorgan en cadena, cuando comienzan muchas personas los reciben a la vez. La mayoría de los blogs que sigo y a quienes me gustaría nominar ya lo han recibido, y aunque no pasa nada por duplicarlo, creo que es mejor dedicarme a ampliar mi red de “autores favoritos” y otorgarlos entonces, para que más personas puedan acceder a ellos y yo no resulte pesada :P

Aún así se me ocurre que si alguien está interesado en recibir el Parabatáis por la razón que sea, puede decírmelo y lo nominaré con mucho gusto.

Nada más de momento, salvo dar de nuevo las gracias a l@s compañer@s que me nominaron y desearos a tod@s una feliz tarde.

Nos leemos!!

jueves, 12 de marzo de 2015

Té con limón

té-limón



Temió no ser capaz de sobrevivir a la aplastante cotidianidad de la vida sin aquellos encuentros y optó por la única salida factible: la mentira. Se convirtió en una experta inventando excusas para llenar de credibilidad las largas horas en que desaparecía; borrando de su cuerpo las felices marcas de aquellas sesiones de sexo apasionado y desinhibido que compartía con su amante; haciendo desaparecer el olor que hasta en las entrañas llevaba y que no le pertenecía, siempre después de que estuvieran a solas.

Ella no lo había buscado porque ni tan siquiera podía imaginarlo, sencillamente sucedió. La culpa no era de nadie, salvo si acaso de aquel matrimonio conveniente pero exento de pasión y de aquel marido difuso, apenas presente en el horizonte de su existencia. Tales pensamientos, a modo de remordimientos domesticados, la acompañaban siempre mientras conducía, otra vez de regreso a casa y a la soledad de su joven cuerpo. En su mundo elegante y perfecto no había antídoto ni perdón para cierto tipo de errores, pero ella estaba dispuesta a seguir adelante con tal de no renunciar a Natalia.

Dejando vagar la imaginación evocaba siempre su cuerpo delgado y fibroso; aquella blancura aterciopelada y fragante de su piel haciendo curvas perfectas sobre una carne delicada y firme; las expertas manos cuya habilidad para hacerla estremecer siempre había admirado; la melena plagada de ondas rebeldes y la sonrisa, esa sonrisa que desde el principio fue su consuelo y el acicate para que confiara en ella todas sus penas.

Aún notaba mojarse su sexo sin remedio al recordar aquella primera tarde en que Natalia la había invitado a subir a su casa y compartir un inocente té con limón.

- ¡Ay nena, está diluviando, no encontrarás un taxi en mil millones de años! Vamos a mi casa un rato, hasta que escampe, ¿si?

Se habían conocido casualmente en un ciclo de conferencias sobre “bienestar mental” y apenas si habían cruzado una palabra hasta ese momento. Se la quedó mirando sorprendida porque no estaba segura de que fuera a ella a quien se dirigía, pero ya no quedaba nadie más a las puertas del local. Con el tiempo llegaría a amar desesperadamente esa vitalidad confiada y esa despreocupación absoluta por todo lo que eran apariencias o convencionalismos.

- Esto... Yo?.... sí que llueve... Pero...
- Vamos, es aquí al lado. ¡Es tu día de suerte!

Y echó a caminar acera abajo sin dejar de parlotear. Le explicaba que la invitaría a tomar el mejor té con limón del mundo y que no había gris del cielo que ese té no pudiera colorear. 

Sin duda, aunque en un sentido bien diferente, aquella broma se convirtió en una afortunada premonición.

Julia C. Cambil

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viernes, 6 de marzo de 2015

Un eco a mi respiración

habitación-oscura


Como un eco a mi respiración. Inspira si inspiro, calla si callo. Solo ese segundo de confusión y desfase hace real su existencia al margen de la mía.

Todo está oscuro, y aunque eso esparce mi miedo como la pólvora de un disparo, lo prefiero. ¿Qué será de mi cordura si puedo otorgarle imagen cierta a la criatura que intuyo a mi lado? Ya no podría cobijarme en el autoengaño y pensar que solo estoy siendo víctima de mi desmedida fantasía. 

Tranquilízate, me digo, trata de acompasar los latidos de tu corazón.

De nuevo esa réplica, una sutil y apenas perceptible expiración donde soy capaz de distinguir su aliento del mío.

El dolor martillea mis sienes, pero aún estoy viva; el sudor baña mi cuerpo, y sin embargo sigo aferrada al frágil cobijo de las mantas. Son mi armadura onírica para casos de terror.

Y de repente la claridad del recuerdo, un tremendo fogonazo de lucidez en mi dolorida memoria. Una fiesta, copas, aquella sonrisa que me volvió loca, más copas… ¡No fastidies que me traje al guaperas a casa!

Julia C. Cambil

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jueves, 5 de marzo de 2015

Trisla

Trisla-pentagramas



Prefería las partituras alegres, pero era capaz de esconderse en cualquiera de ellas con tal de que cumplieran una única condición: que describieran música salida del alma.

No era una musa, ni un hada. Era sencillamente Trisla, la criatura de los pentagramas.

Ningún músico la había visto nunca, así debía ser si quería seguir existiendo en el mundo de los mortales. Pero algunos compositores especialmente sensibles habían notado las sutiles caricias que Trisla sabía hacerles en el alma cuando de su inspiración surgía música realmente excepcional.

Así fue por siglos, hasta que un buen día esta criatura imprevisible fue a asomarse al pentagrama de un joven autor. Aún era novel y no estaba especialmente dotado, aunque ponía tanto empeño y tanto amor en su trabajo, que ella no pudo evitar sentir la llamada. Para su desgracia, en cuanto vio su rostro, Trisla se enamoró perdidamente de él.

La historia cuenta que desde ese momento no hubo más música para ella y que se quedó a su lado intentando con todas sus fuerzas que fuera cada día mejor. Pero los humanos son inconstantes y un buen día el joven dejó de componer.

Trisla desapareció para siempre en el silencio…

Julia C. Cambil

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domingo, 1 de marzo de 2015

La cárcel

Cuervo-celos


El deseo se le enroscó en las entrañas como una serpiente del Edén cualquiera, y ésta trajo de la mano a las pirañas de los celos y al cuervo capaz de nublar con negra ala su frente para hacerle creer que amar era poseer.

Así fue que le construyó una cárcel de mimos y abrazos sin que lo advirtiera, con taimada paciencia, y luego trabó la sólida puerta con sutiles chantajes de mujer. Era toda una maestra en el arte de la manipulación.

Al principio ni él mismo reconoció que estuviera preso, porque es más fácil negar las cosas que enterarse de ellas y porque así su orgullo masculino quedaba a salvo. El amor que sentía era una tupida venda que cubría sus ojos de ciego vidente. Pero el tiempo acabó por encender una vela en su instinto de conservación y supo que las cosas no eran como debían ser.  

Creyó percibir que el espacio a su alrededor menguaba conforme aumentaban las atenciones de ella, y decidió probar pequeños intentos de alejamiento, solo por el gusto de respirar su propio aire. A los pocos  minutos comenzaban los reproches y llantos y él, entre conmovido y angustiado, trataba de consolarla. Le repetía con absoluta sinceridad una y mil veces que en ningún sitio quería estar más que a su lado. Esas dulces palabras no hacían sino avivar el enfermizo amor en el pecho de ella, como un volcán capaz de arrasarlo todo.

Sintiendo el nudo corredizo estrecharse, intentó también el diálogo. Quería que comprendiera que una pequeña porción de independencia no suponía abandono. Pero a cada tímido reclamo de libertad para sí, ella vertía obsesivas acusaciones de infidelidad sumida en un trance de histeria y odio irracional. Después llegaba la calma, recapacitaba acunada en sus brazos y el cuervo plegaba las alas para dejarla descansar. Es cuando pedía perdón, cuando juraba que esa había sido la última vez. Y aunque el hombre cedía y decía que ya estaba olvidado, buscaba aterrorizado en las pupilas de ella el rastro ausente de la mujer que había conquistado en otro tiempo su corazón.

La cuerda del arco se fue tensando, el miedo sustituyó al cariño y la sensación de ahogo acabó por privarle de la alegría de existir. Ahora ya no pensaba en cómo arreglar la situación, sino en escapar a toda costa, adónde fuera, pero lejos de esa presencia absorbente y malsana.

No se dio cuenta de que el cuervo vigilaba sus planes, de que las pirañas reclamaban alimento sin tregua, de que la serpiente se impacientaba y había conseguido anular por completo la noción de realidad de ella. La intuición enfermiza de lo que estaba por suceder desencadenó la tragedia para ambos… y las alimañas al fin tuvieron su festín.

Julia C. Cambil

Código: 1504123823328
Fecha 12-abr-2015 5:29 UTC
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